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Lecciones sacadas de la debacle griega: ¿Euroescepticismo de izquierda o frente popular de izquierda contra la UE?

Lecciones sacadas de la debacle griega:
¿Euroescepticismo de izquierda o frente popular de izquierda contra la UE?

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Lecciones sacadas de la debacle griega:
¿Euroescepticismo de izquierda o frente popular de izquierda contra la UE?

Stavros Mavroudeas ||

Profesor de Economía Política. Departamento de Economía, Universidad de Macedonia ||

 

Las recientes elecciones griegas del 25 de septiembre de 2015 ofrecen algunas lecciones, no solo para la izquierda griega y el movimiento. SYRIZA – el niño bonito de la izquierda occidental, tenido como modelo– ha efectuado un flagrante cambio radical y, sin vergüenza, traicionado las esperanzas populares que le llevaron al poder. SYRIZA comenzó como partido euroescéptico de izquierda que criticaba las políticas neoliberales y austericidas de la Unión Europea (UE). Cuestionaba algunos aspectos de la Unión Monetaria Europea (UME) y prometió que podía tener una alternativa dentro de la UE. Contó con el rechazo del pueblo a los programas de ajustes estructurales de la UE, pero también con su miedo a salir de la trampa sin una alternativa clara, delimitada y convincente. El resultado final ahora es bien conocido. Tras casi seis meses de tergiversaciones, SYRIZA – enfrentada a la postura inflexible de la UE – capituló sin condiciones traicionando el « NO » popular y vehemente manifestado contra el chantaje de de la UE en el referendo del 5 de julio. Para acabar de redondearlo todo, SYRIZA añadió el insulto a la injuria chantajeando al pueblo griego para que le votara en las elecciones del 25 de septiembre: esta vez como reformador de las políticas de UE sino como el acompañante de esas mismas políticas. El resultado de esas elecciones demuestra claramente los límites del euroescepticismo y la facilidad con que puede traicionar la causa del pueblo.

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La crisis global del capitalismo de 2007-2008 es la primera gran crisis del siglo XXI. Su desencadenamiento ha conmocionado aun más el desigual desarrollo del sistema capitalista mundial y agravado los conflictos intra-imperialistas entre sus principales polos. La crisis estructural de le Eurozona (y del resto de la UE, pues la Eurozona representa el núcleo duro de la UE) es una de las grandes crisis regionales que se han derivado de la crisis global. Ha puesto de manifiesto los problemas internos y externos de uno de los grandes rivales de la hegemonía global estadounidense. Las potencias dominantes de la UE – los países del centro de Europa– han reaccionado transfiriendo una gran parte del peso de la crisis hacia los sub-imperialismos dominados de la periferia de la Unión, agravando más la crisis de estos últimos. La imposición de políticas de reestructuración en muchos de esos países– en particular mediante los programas de ajuste creados por la troika– ha exacerbado de manera espectacular las tensiones de clase en el interior de esos países, a diferencia de los países del bloque central europeo donde las reestructuraciones han sido menos severas.

Esa diferencia de trato tiene implicaciones políticas críticas y engendra una división Norte-Sur en Europa, además de la división económica. En los países del centro de Europa, son los países de extrema derecha, e incluso neofascistas, quienes se aprovechan de la crisis. En cambio, en la mayoría de los países e la periferia europea, son los partidos situados a la izquierda de la socialdemocracia los que consiguen apoyos. La razón esencial de esta división política es que en los países del centro de Europa, la Izquierda (excluida la socialdemocracia ya que se trata de una fuerza que forma parte del sistema) se ha visto confrontada a sucesivas derrotas que la han debilitado, acabando por convertirla en un apéndice de la socialdemocracia. Además, mientras que desde hace mucho tiempo la integración imperialista europea y la UE constituyen el gran proyecto del sistema, la Izquierda de los países del centro de Europa se ha convertido en parte interesada. Por esta razón no puede concentrar el descontento del pueblo contra la UE, sus estructuras y sus políticas contra las clases populares. Y por esta razón la extrema derecha– hasta muy recientemente fuera del campo de la política oficial– puede engañar a las masas populares y, con el apoyo implícito o explícito de parte d ela burguesía, llevarles por la escabrosa pendiente del nacionalismo.

Al contrario, en la mayoría de los países de la periferia europea – con excepción de los del antiguo Bloque del este hoy desaparecido, que manchó el nombre del socialismo– la Izquierda ha permanecido al margen de la corriente política dominante. Así ha conservado sus tradiciones militantes. En gran medida está ne contra (o escéptica) frente a la integración imperialista europea. Por esta razón, el descontento del pueblo contra la UE lo representan esencialmente la Izquierda y los movimientos sociales y populares de izquierda.

Esta singularidad del Euro-Sur no ha pasado desapercibida a los países imperialistas hegemónicos de la UE, ni a las burguesías nacionales. En Grecia, la abierta declaración de los portavoces del sistema acerca de la necesidad de « acabar con al especificidad griega » es un ejemplo clásico. De esta forma, el sistema recurre a un doble ataque. Por una parte ataca directamente a la izquierda y a los movimientos populares, e intenta desacreditarles calificándoles de irresponsables que pondrían en peligro el « paraíso europeo sobre la tierra”. Este procedimiento utiliza el miedo y la intimidación para intentar sojuzgar el descontento del pueblo contra la UE.

Por otra parte, el sistema intentar contener ese descontento canalizándolo en partidos y formaciones políticas euroescépticas, pero no anti-UE. La reciente proliferación de fracciones y formaciones euroescépticas es un ejemplo de esta forma de proceder. Se trata de formaciones que contestan algunos aspectos de la integración imperialista europea, e incluso se oponen a la UME. Pero, en conjunto, no se atreven a denunciar a la UE. SYRIZA es un ejemplo típico de esta pendiente resbaladiza. Esto demuestra que el euroescepticismo no puede suavizar las estructuras y las políticas puestas en práctica contra las clases populares de la UE, pero puede desactivar– al menos durante un tiempo– el descontento del pueblo.

El euroescepticismo de izquierda argumenta que la UE no es en sí una estructura erigida contra las clases populares, pero que está dominada por el neoliberalismo. Esconde concienzudamente el hecho de que las políticas de la UE – y ates que ella, las de la Comunidad Económica Europea– ya estaban en contra del trabajo mucho antes del comienzo del neoliberalismo en los años 1980. También disimula cuidadosamente que la UE es una estructura basada en poderes e intereses específicos, y no en la “casa común europea”. Si esos intereses están en peligro, sus representantes preferirán demoler la estructuras antes que modificarlas. El euroescepticismo comienza con el mito de que, dentro de la UE, puede haber política no austericidas y en favor del trabajo. Cuando se contesta este mito, entonces el euroescepticismo avanza con titubeos para poner en cuestión la UME, pero no la UE, lo que también significa un impase. En particular para los países de la periferia europea, para quienes no tiene ningún sentido abandonar la UME y permanecer en la UE. Es el peor de todos los escenarios. Es como si se pidiera un divorcio amistoso mientras se sigue siendo una parte dominada de una estructura más amplia. Como demuestra el caso griego, la única manera de que esto pueda ocurrir es mediante un Schauble, que desplaza a un país hacia una zona monetaria dependiente del euro (como el Mecanismo de Índices de Cambio Europeo II (MCE II)), pero continúa bajo la férula de los memorándum de austeridad implícitos y explícitos. En este escenario, en lugar de liberado el país dominado se encuentra con un fardo suplementario.

El euroescepticismo es un « adversario » fácil para el sistema. Acuna al movimiento popular con la ilusión de que se pueden allanar las dificultades. Cuando se prueba lo contrario, lo arroja en el desarrollo y la sumisión. Una vez más, la debacle griega es un ejemplo característico. Por una parte SYRIZA ha llevado a cabo su juego de traición y, por otra, la izquierda, a pesar de su actitud anti-UE, ha fracasado en crear un movimiento de masas popular contra la UE que propusiera soluciones prácticas inmediatas a los problemas de la gente, y a su sufrimiento. La izquierda, y en particular la izquierda militante extraparlamentaria (como la manifestada por ANTARSYA) ha declarado abierta y honestamente su oposición a la UE. Sin embargo, ha fracasado en organizar esa oposición en un programa práctico y coherente, y en proponer un proyecto político para las clases trabajadoras.

Es necesario aprender la lección, en particular en la izquierda griega. La traición de SYRIZA y su puesta en marcha del tercer programa de austeridad, aun más antipopular y recesivo, ya están provocando la rabia del pueblo. Una rabia que no se ha manifestado en las últimas elecciones pero que estremece a medida que las nuevas medidas erosionan aun más la renta de las clases populares y aumentan la pobreza y la pauperización. Si la izquierda fracasa en crear un frente de masas, popular y sociopolítico anti-UE, que pudiera cristalizar el descontento del pueblo, entonces podría ocurrir que una extrema derecha, con una mano de pintura nueva, recogiera esa rabia y la canalizara en el sistema.

* Alocución dirigida a la Universidad de Otoño del Partido de la Emancipación del Pueblo. Niza, 7-9 noviembre 2015

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